AÑOS EN ESPERA

-Leí que te pueden escuchar. Por eso les hablo. –le dijo Vilma a su padre.
Despegó su nariz del lombricario de vidrio que ocupaba medio hall trasero de la casa. La inacción del rostro del viejo no se debió a un desinterés por la teoría de su hija, sino a que ya no tenía la lucidez mínima para sostener los conceptos.
-El doctor dijo que tomes sol pero no a esta hora, dejame que te corra a la sombra –resopló mientras con fuerza de albañil corrió al anciano frente al lombricario con silla y todo.
-A ellas les gusta la humedad y la sombra. Así son felices. Sobre todo este tipo de lombrices californianas. ¿Viste el marlo que dejé la semana pasada? Si mirás bien de cerca notás cómo lo están desarmando.
El viejo quería seguir mirando los malvones, que tanto le recordaban a su esposa cuando vivía, pero en esa posición sólo descubría su reflejo inexpresivo por la vidriera de tierra. Al rato carraspeó y Vilma entendió que su padre pedía agua.
-Me dijeron que  las lombrices tienen memoria. ¿Será cierto? Yo no creo. Y si las tuvieran, ¿de qué les sirve? –continuó la mujer con su soliloquio.

Vilma, con su adultez postergada, acompañó a su papá, esa última tarde, como todas las anteriores.

@ConiglioFabian
Si no es molestia, agrega tu opinión sobre el texto clickeando a la izquierda del mismo, donde dice “Comentario”. ¡Gracias!


Hoy ya no soy nadie,
pero por mucho tiempo fui su amigo imaginario.

0 comentarios: