–¿Qué
miras? ¿Qué es lo que te detuvo para posar tu atención en mí? Soy hermosa, lo sé.
Más alta que tú, como una modelo. Las pequeñas luces direccionales ayudan a
resaltar mi porte. Y tu mirada insípida, cargada de deseo infértil es el
aliciente que necesito para sentirme una reina.
–Sigues
ahí. ¿No me dices nada? Las comisuras de tus labios se contraen zigzagueantes. ¿Qué
está degustando tu imaginación? ¿Me deseas? Con tu porte de mujer a medio
realizar, con tus incipientes arrugas de resignación, maquilladas con rabia
disimulada, no me dices otra cosa. Sólo fantaseas para tus adentros ser yo.
–¿Retiras
tu mirada? ¿Te haces la desentendida mirando a mi costado? ¿Acaso encontraste
una oferta mejor que la mía? Lamento haber sido dura contigo. Me criaron así.
Dibujaron en mi rostro aires de arrogancia. No lo puedo controlar. Mírame otra
vez, te lo suplico. No me hagas pasar de moda, morir en silencio en un depósito.
–Por
fin me devolviste tu mirada. Creí que te habías desencantado. Pido un precio
alto, lo sé. Así funciona el deseo. Si no se tensa al límite para saciarlo, se difuma, desaparece. Y a mí me tocó este encargo. No es nada
personal, lo siento. Pero después de este forcejeo entre ambas, si yo te gano,
te sentirás ganadora.
–Te
estás yendo. Seguro se te hace tarde para buscar a los chicos del colegio o
para volver a casa. De todas formas, sé que nuestro encuentro no quedó estéril.
Logré engendrarte el deseo. Lo leo en tu semblante. Entre letras inversas,
estampadas en el vidrio que nos separa, brillan tus ojos de cenicienta
queriendo convertirse en reina.
Autor: @ConiglioFabian
Si no es molestia, agrega tu opinión sobre el texto clickeando a la izquierda del mismo, donde dice “Comentario”. ¡Gracias!
Con una palabra mía puedo describir un mundo.
Con
una gesto tuyo, el universo.
|
0 comentarios:
Publicar un comentario