TECNOLOGÍA

–¿Cómo dijo? –preguntó Sosa arrugando la nariz.
–Que en mis tiempos la gente se comunicaba distinto. –Sentenció don Lino. Después de armarse un cigarrillo prosiguió: –La Lore, mi nieta, está todo el día con los jueguitos.
–¿Va a la timba? –se horrorizó don Sosa.
–¡No!, en la computadora… Bueno, en los jueguitos de la tele, no se.
–¡Ah, usté quiere decir la “pley”!
–Eso mismo, la “pley”. Llega a la casa y ni se saca el guardapolvo que ahí nomás se conecta. Ya ni le come a la madre. –Lino dejó salir la primera bocanada.
En eso llega Lorena, una niña de nueve años. Retraída se acerca  a los ancianos y le dice algo en secreto a su abuelo.
–Sí. –Le susurra don Lino. La pequeña sale de la habitación dando saltitos.
–Los chicos ya no son como antes –dijo Lino. –Ni saludan y encima hablan en secreto delante de la visita.
–Bueno, no se preocupe –desdramatiza don Sosa. –Todos alguna vez fuimos chicos. ¡Si me habré ligado tirones de orejas por no saludar! Pero los tiempos cambiaron. No se aflija.
Luego de un silencio conclusivo, don Sosa se levanta, palmea la espalda de Lino y le dice:
–En fin, amigo, me voy a ir yendo.
–¿Va a tomar mates con la patrona? –le pregunta don Lino.
–Sí. ¿Y usté?
–¿Yo? –dijo con voz carrasposa. –Una princesa encantada me invitó a jugar a la “pley”. Viví con alegría mi infancia. Pero ahora juego a ser abuelo. Ya ve, don Sosa, para mí hoy la felicidad consiste en que me gane la Lore. Lo demás, lo demás es historia.

Autor: @ConiglioFabian
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No tenía ningún atributo especial:
era invisible sólo porque nadie lo veía. 

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