Hacía semanas que
él lo sabía. Hoy sería el día. Lo intuyó motivado además por una frase que le había dicho el Indio:
“en esa profesión las oportunidades hay que crearlas”. Hoy sería el día de la
gran oportunidad. Ya lo había decidido. Y sólo él lo sabía.
Si bien sus semanas transcurrían entre
la facultad y los motomandados, dos o tres veces por año conseguía integrar
algún día de rodaje como actor de reparto. Ése en verdad era su mundo, aunque
sólo lo podía experimentar a cuentagotas.
Se despertó casi con palpitaciones,
como quien sabe que se prepara para competir en una final mundial o quien está
a punto de jugarse una última carta. Pero esa adrenalina, que ya de alguna forma
conocía por las instancias de exámenes, esta vez era especial. Lo intuía
visceralmente. Por eso tomó la primera de las decisiones más importantes del
día: hoy no iría a la facultad. Ni hoy ni mañana. Así dejaba esa carrera que le
quitaba tiempo, energías y fotocopias. “Si no arriesgo no gano”, le dijo al
reflejo de su rostro en el espejo del baño. Luego de asearse calentó el café
que quedaba de ayer, le agregó dos cucharadas de azúcar y se sentó a releer un
artículo de la revista “Selecciones” que lo inspiraba de manera programática. “…Antes de ser una estrella televisiva, cada
mañana Donovan ensayaba su parlamento de tres páginas que había estudiado la
noche anterior, haciéndoselo decir a seis personajes diferentes, todos
improvisados por él. Comenzaba a las cuatro de la mañana para poder estar a las
siete en el trabajo. Y así cada día.” Y por qué no hacerlo yo. Ahora que me
liberé de la facultad ya no tengo excusas para
comenzar. Puedo ser Donovan, el Indio tiene razón, esta será una
profesión en la medida que yo me la tome como tal.
Mirko era alto, tez blanca, grandes ojos
verdes y enigmáticos. La transparencia de su presencia se hacía notar por
negación: tenía la capacidad de pasar desapercibido y a la vez de armonizar sin
estridencias en cualquier locación. Queda mal decirlo, pero ser actor de relleno
le quedaba muy bien. De todas formas eso también constituye una virtud. Es el
concepto de la figura y el fondo. Sobre todo cuando el fondo ayuda a realzar a
la figura. Pero hoy no. Hoy es el día, y ya lo tenía ensayado hasta el
cansancio. El día de la gran oportunidad, esa que no se recibe, sino que se
construye. Conocía muchos casos en donde por uno u otro factor, quienes estaban
confinados al anonimato pasaron al estrellato y hoy tienen un nombre
reconocible en el mundo del espectáculo.
Con minucioso cuidado leyó por última
vez el texto que escribió en su computadora. Con una mueca de complacencia
seleccionó el parlamento y le cambió el color de fuente de negro a azul para
poder imprimirlo sin gastar el cartucho ya casi vacío de tinta negra. Mirko traspasó
con sus ojos las palabras azules y pudo ver las acciones dramáticas que éstas
escondían. Ultrajó sin cuidado la prolija hoja doblándola en cuatro para que
entrara en el bolsillo de su campera y tomando el casco de la mesa del comedor,
salió del departamento rumbo al trabajo.
Si bien no había encomiendas
prefijadas para la mañana, su turno comenzaba a las ocho treinta.
En
realidad hasta las nueve, nueve y media que las oficinas ya tienen organizados
sus despachos, la base del servicio de motomandados es una muerte. Nadie llama
para un envío. Tomar mate lavado con Laura o hablar boludeces con Gino o el
otro nuevo que siempre está con él es tiempo perdido… Salvo cuando consigo
sacarle una sonrisa a Laura, que, atrincherada en el escritorio con el teléfono
como escudo, aunque lo que tiene de linda lo tiene de antipática, así que hasta
la risa mas estruendosa, viniendo de ella, suena como una frase dicha por
compromiso.
Dadas todas estas razones y otras que
se puedan suponer, antes de ir a trabajar, desvió para la casa de su antiguo
profesor de teatro con la ilusión latiéndole en la campera.
─¡Tanto tiempo, “valor”! ─le dijo a
Mirko, como le decía a cada uno de quien olvidó su nombre.
─¡Cómo anda maestro! ─le dijo él, sabiendo que
si bien no tenía título alguno de maestro, le gratificaba ser reconocido como
tal.
Después de los minutos perdidos en
ponerse al día narrándose lo que cada uno de ellos había hecho de su vida en
estos años sin contacto, Mirko le contó al viejo que tenía que presentarse en
un proyecto teatral y diciéndole mentiras innecesarias, desdobló el papel para
que el maestro le diera su opinión del texto creado.
Dos o tres correcciones secundarias
fueron el prólogo de lo que terminó de convencerlo que estaba por el camino
correcto: el maestro Flores gratamente sorprendido destacó el alto grado
poético del texto y le auguró que no deje de escribir.
¿Qué
mierda hago acá? ¿Qué sentido tiene seguir postergando lo que debí haber hecho
apenas lo sentí, cuando mi papá se me rió en la cara y después preocupado me
dejó optar sólo por carreras rentables? Al menos Donovan no tuvo un padre que
le cortara las alas.
Y pensando esto, plantó el mate en el escritorio para buscar en su moto el
primer envío.
Al volver a la base, antes de las once
de la mañana, tomó la segunda decisión más importante del día: alegando que a
la noche tenía que rendir un parcial, pidió el día, dispuesto a nunca más
regresar.
Mientras preparaba su almuerzo, repasó
la charla que tuvo semanas atrás con Dino, un ayudante de producción conocido
del medio cinematográfico:
─¡Hola Dino! ─Exclamó Mirko al entrar
a la sala en donde una fila desordenada de personas esperaba para presentarse
al casting. Al confirmar su convocatoria para hacer de extra en dos tomas en
una plaza de la zona sur, esperó a que Dino se desocupara y fingiendo más
amistad de la que en realidad tenía, le fue sacando algunas claves de la
película que estaba en rodaje, para poder ─en secreto─ escribir un texto acorde
a la idea general de la obra.
Está
todo dicho. Este es el momento. La única oportunidad con la que voy a contar. Y
no me puede ir mal. Es la pizca de suerte que unida a la disciplina diaria y a
la fuerza de voluntad van a forjar el ascenso de mi carrera. Si bien ya
participé de otros rodajes, en este, el director es alguien realmente
influyente.
´Mirko´ suena muy bien como nombre
para una nueva promesa de la actuación. “Es un nombre con personalidad”, pensó,
mientras imaginaba locaciones exóticas, contratos millonarios y records de
taquilla. En efecto, su perfil correspondía a los rasgos de un joven de la
Europa del Este y seguramente, asentándose como actor en el medio local, no
faltarían oportunidades para, por qué no, tener alguna participación en la
filmografía europea o estadounidense.
Se acercó a la locación dos horas
antes del horario que estaban convocados los treinta y cinco extras que
compondrían a una horda de manifestantes callejeros. Pudo ver cómo la plaza se
poblaba de cables, mesitas, aparatos de sonido y gripería, cámaras, grupos
electrógenos, técnicos, maquilladores, utileros, entre otros. Se hizo el
atardecer y al compás que armaron dos carpas con carteles de protesta, las
luces del set comenzaron a prenderse y dentro de los toldos, se disponían los
elementos de los vestuaristas. Él tomó lentamente el sendero de la penumbra, en
la esquina opuesta de la plaza, y comenzó a repasar por última vez su
parlamento, ese que lo haría visible al ojo del director.
Si
bien nos dijeron que no nos maquillarían porque no habría tomas de cámara que mostrara
detalles de ninguno de nosotros, me acerqué a una de las ayudantes y le pedí el
favor que me retocara aunque sea con base, mintiéndole que las luces de la
filmación me quemaba el rostro si no tenía alguna protección. Su mirada pícara
al pasarme el maquillaje me hizo pensar que en realidad me había descubierto.
¿Será ella quien haya visto antes que el director mis verdaderas condiciones?
De todas maneras, ser yo el único extra maquillado era otra señal de que hoy
pasarían cosas movilizadoras. Donovan siempre fue un luchador y a veces tuvo
que ser muy precavido para dejar preparado el terreno de su carrera incipiente.
Ya con el vestuario puesto, nos invitaron a servirnos café del ´Dispenser´
preparado cerca del camión de luces. No acepté porque en ese mismo momento vi
que llegaba el director. A los protagonistas ya me los había cruzado, pero
ellos eran colegas, quien me interesaba era el que nos dirigía a todos. Le dije
que conocía todas sus películas y le mentí diciéndole que era un fanático de su
estética, aunque en realidad creo que tiene más peso su nombre que su talento.
Pero algo había de cierto: tenía toda la influencia que yo necesitaba para
progresar en esta profesión. Sí, finalmente lo dije: profesión. Ya no
universitario, ya no era moto-mandado. Ahora era, con todas las letras, actor.
Después
de que midieran y prepararan las tomas que se iban a grabar, nos explicaron lo
que debíamos decir y hacer. Lo ensayamos una y otra vez, de tal modo que ya
siendo las ocho treinta, todo estaba preparado para filmar. Al ensayar me topé
con una dificultad: las vallas que nos separarían de los protagonistas; ya que
la actriz que tenía el protagónico componía a una jueza que iba escoltada por
dos policías mientras intercambiaba dos frases con un fiscal al lado suyo. En
ese momento yo iba a tomar la tercera decisión más importante del día y de la
profesión: debía saltar la valla y llegando desde las espaldas de los
protagonistas, prorrumpir con mi texto. Siendo delgado y alto, con las barreras
hasta mi cintura, di por descontado que con un simple envión estaría del otro
lado. La acción, que se vería desde el
fondo de la toma sería descomunal: un ´nadie´ del gentío asumiría sobre sí la
voz de las clases oprimidas, y dejaría boquiabiertos a la jueza, al fiscal… y
al director.
Allí
recién me pude hacer a la idea que con mi accionar estaba cambiando el
desenlace de un largometraje nacional que por lejos, era uno de los más
costosos de la industria cinematográfica de los últimos tiempos.
Ahí
no recordé tanto a Donovan, sino más bien a Harrison Ford, quien, después de
haber ensayado una compleja escena de pelea de contrapunto con su látigo y la
espada del enemigo en ´Indiana Jones´, por un malestar estomacal del
protagonista, la escena se inmortalizó con un simple disparo que silenció la
destreza del luchador oponente. ¿Habría sospechado el director que esa sería
una de las escenas más recordadas de la película?
Ya las cartas estaban echadas. Lo que
ocurrió después se puede contar en tres renglones. Se colocaron los actores al
costado izquierdo de la escena, se ubicaron los extras al fondo, tras las
vallas y delante de las dos carpas de reclamos. Con la indicación del asistente
comenzaron a agitar los carteles, las banderas y a cantar cantos populares que
pedían justicia. Con esta acción previa, sin cortar la acción, comenzó el
rodaje. Se acercaron los protagonistas acompañados por el “travelling” de la
cámara y en ese mismo instante el director ve desde su monitor que uno de los
extras cae torpemente de la barrera que lo contenía. Luego de cortar la toma, Mirko,
mientras vociferaba su texto, como quien fue poseído por el personaje que
representaba, fue llevado del set por los asistentes, interrumpiendo, de esta
manera, el comienzo de la carrera de una estrella.
Autor: @ConiglioFabian
fabianconiglio@gmail.com
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