―Y, Mica, ¿qué te dijo tu
tía?
―¿Eh? ―la pregunta de Candela no la
interrumpió del grabado a birome que estaba estampando en los surcos de la suela
de su zapatilla.
―Ey, boluda, ¿no te acordás?
¡Lo del departamento en La Plata! ―Con un solo gesto le hizo notar a su amiga
que se sentía ofendida.
―No creo que haya drama.
―¿Pero le preguntaste o no? ―el
mismo gesto se agudizó hasta el nivel de ira. ―Está bien. Si no querés que vaya
a estudiar medicina con vos no hay drama. Me voy a Córdoba con Pato a estudiar ingeniería.
―Al decir esto, ensayó el rictus propio de amiga despechada.
Mica, aunque no dejó de
posar su mirada en la zapatilla que seguía decorando, pudo captar cada
movimiento facial de Candela, y si se perdió alguno, lo adivinó. La niñez y la
adolescencia suelen ser un tiempo suficiente para conocerse.
―No te hagas la víctima que
te queda mal ―sentenció Mica. Un
silencio expectante llenó la habitación. Al instante las dos rieron como
descubriendo el engaño de una broma pesada.
Autor: @ConiglioFabian
fabianconiglio@gmail.com
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