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PÓSTUMO

Durante las últimas décadas de su vida, mientras oficiaba de escritor mediocre, pergeñaba su microrrelato consagratorio. Salvo que murió cinco minutos antes de escribirlo.

@ConiglioFabian
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(El "Negro", pensativo como siempre).

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CONFIDENTE

Después de haber pasado inmóvil una noche de cerámicos y toallones, llegó a mí prendiendo la luz hiriente y me miró con la modorra típica de los lunes a la mañana. En su gesto había desgano y un suspiro de ánima cargó sus pulmones para que al instante una bocanada fétida saliera de su boca. Luego de darme la espalda para orinar, me mostró sus primeras muecas y ya con aliento de mentol y su cara lavada me miró y sin decirme nada descubrió con resignación mis ojeras y mis patas de gallo. Después con su palma repasó la aspereza de su barba y de a poco se me aproximó como queriendo besarme. Sin embargo su acercamiento fue para poner de manifiesto en silencio que mi ojo derecho —el izquierdo de él— estaba algo irritado. Sin hablarme me confinó nuevamente a la penumbra pero yo, apoyado eternamente a la pared, como todas las mañanas, olí su café, escuché sus tarareos, la puerta de la heladera, el tintinar de las llaves y el ronquido del auto al arrancar.
Por un instante de calma cerré mis ojos sin rostro hasta que me los abrió el sol rasante de la mañana y entre noticias de las ocho dadas por la emisora de radio cotidiana lo vi de nuevo como asomándose con su incipiente calvicie y sus anteojos negros, sentado en el asiento del conductor. Por la posición en la que estaba, sólo llegaba a ver hasta su barbilla. Cada tanto me miraba pero ausente, como quien mira a otro lado. Sólo cada tanto, parando la marcha un minuto, me registraba presente y me regalaba algún gesto de actor.
En esa oportunidad fue distinto. Habiendo estacionado en el lugar de siempre centró en mí su mirada y como quien comienza un discurso preparado con tiempo, me develó ese secreto que me dejó perplejo. Su rostro fue cambiando desde la circunspección a la culpa, de la tristeza a la preocupación. Y entre palabra y palabra yo sólo lo escuchaba. En realidad él no me preguntaba nada, pero si lo hubiera hecho, le hubiera dicho que entendía sus razones, que, por cierto, las tenía. Después de un momento de pausa, bajó la mirada, manoteó un bolso del asiento de al lado y con un semblante más calmo y aliviado me miró compasivo y se fue al trabajo.

@ConiglioFabian
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(Caminando por El Chaltén. Santa Cruz. Argentina).

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ARÁNDANOS

...Rudolph sabía que atravesando el campo de espinos podría llegar al bosque de arándanos para poder obtener la cura para su amada. No había nada que perder, porque, de no curarla, Marlene moriría, y allí sí lo habría perdido todo. Tomó su capa y se la ciñó por el brazo derecho para usarla como escudo cubriendo sus ojos, porque de qué valdría si no la podría ver más a su princesa. Apenas atravesó los primeros veinte metros de espesura vegetal, sus narices percibieron la humedad de la niebla que lo envolvía. Con cortes certeros se fue abriendo camino y sin más, llegó al prado que antecedía a los árboles de arándanos. Y allí, a escasos metros, el olor húmedo se roció de una suave fragancia frutal. Usando su capa, no ya como escudo, sino como bolso para cargar en él los suficientes…
—¡No me di cuenta lo tarde que se me ha hecho! —dijo con volumen contenido para, por un lado, no molestar a dos personas que se sentaban cerca suyo en la sala, pero por otro lado, para que lo escuche Silvia, la bibliotecaria, a modo de disculpa.
Y en un abrir y cerrar de ojos, Tomás le entregó el libro, a la vez que le pidió se lo reservara para el día siguiente a la misma hora. Y casi a las corridas, se fue.
—Es un muchacho —dijo para sus adentros, disimulando la torpeza de haber dejado caer, al salir, tres arándanos de su chaqueta.

@ConiglioFabian
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(Foto desde mi ventana. Río Gallegos).
El horizonte le ofrece al caminante, como regalo, nuevos paisajes.

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LA PALABRA CIRCULAR

La palabra no es de nadie.
Ni del que la emite.
Ni del que la decodifica.
¿O acaso es de todos?
Si por caso digo “laberinto”, la imagen que impregno podrá ser distinta a la tuya. Y si discurrimos sobre dicho concepto, es posible que nos lleve a distintos escenarios y a diversos estados de ánimo. Al decir una palabra, creo dos: la que emití y la que creas. ¿Será posible comunicarnos? 

@ConiglioFabian
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INICIO

Hola, soy Fabián Coniglio, docente de la Patagonia argentina. Vinculado a la docencia y al teatro independiente, comencé a producir algunos textos, a la vez que a participar semanalmente de un taller literario.
Hace poco, Fernanda García Lao, escritora que visitó Río Gallegos, nos alentó a compartir nuestros textos a través de un medio como éste.
¿Para qué está la palabra si no se comparte? Desde mi poca experiencia en la narrativa, al menos como actividad intencional, compartiré por este blog algunos textos que, gracias al formato, podrán ser puestos a consideración de los comentarios y aportes de quienes lo deseen.