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LA ESPERANZA DE LUIS

—Me miró a mí, no me digas que no. ¿La viste?, ¿te diste cuenta?— Hacía rato que Luis no emitía palabra y rompió el silencio del living con esto. Apagó el cigarrillo y como quien espera un veredicto clavó la vista en El Turco.
Antes de escuchar la sentencia, reafirmó su convencimiento. —Porque éramos varios: Carlos, Fidel, Pelu, vos y yo. Vos no le das bola, Fidel es muy pibe, Carlos estaba demasiado borracho. La mirada podría haber sido para Pelu, pero por lo llamativo de su peinado. Nada más. ¿Qué se hizo en el pelo? ¿Cómo se puede salir a la calle así?— Y rió aplastando la colilla humeante.
Es que Ivana no era de andar regalando miradas a cualquiera. Administraba con sutil puntería sus tiros amorosos. Y hasta ahora, nunca había fallado.
—Puede ser —dijo el Turco y se levantó a traer un poco de papas fritas.
—¿Alguna vez te preguntó por mí en el trabajo? No seas garca, si te preguntó decime. Haceme pata. Contame, ¿lo hizo?
—¿Hacer qué? —preguntó el Turco desconcentrado, mientras dejó el platito en la mesa ratona.
—Dejá, conociéndote, no me lo dirías. De todas maneras le podrías hablar de mí. Tengo que sacar alguna ventaja de que trabajes con ella.
—Sí. Creo que te miró a vos. —Dijo el Turco.
Al mismo tiempo que una sonrisa de esperanza se dibujaba en el rostro de Luis, en el celular del Turco vibraba un recordatorio de Ivana para encontrarse con él a las 23.

@ConiglioFabian
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Quité la poesía y todo se volvió opaco.

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MISIONES ADENTRO

Aguijones sueltos, pies callosos,
La campana lejana de los pasos lentos,
Luz horizontal sangrando la tarde.
No creo que a la noche llueva.

Libres los aromas dejan los estambres,
Chirridos desgarran como mar de fondo
Constelando el campo insectos salvajes.
Camina cansado de muslos y brazos.

Reflejos de mares sus ojos emanan,
Corteza en mosaicos con forma de rostro,
Tabaco macerado en proceso de volver al suelo.

Corales gigantes sosteniendo nubes
Para que no aplasten la virginidad del aire,
Confunden sus tonos con olas rojizas
Que brotando verdes se hicieron de tierra.

Con el torso erguido, constante de inviernos,
Marcha sin apuro bebiendo el paisaje,
Con su andar cansino subraya el sendero
Haciéndose testigo de la agonía del cielo.

@ConiglioFabian
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(Ruinas de San Ignacio. Misiones. Argentina)

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PAYASO

(Un payaso de alrededor de 60 años a medio maquillar, con los ojos pintados, pero sin peluca, sombrero ni nariz… con parte del vestuario)
(Sentado y con sus dos manos formando delante de sí una concavidad como protegiendo un gorrión entre ellas).

(Hablando siempre a lo que tiene entre sus manos)

¿Vos qué decís?... ¿Estás de acuerdo conmigo?...  (Escucha)… Yo no estoy tan seguro…
Ponele que me lo dijo sin mala intención… Igual está re flojo… Lástima que no le puedo preguntar sobre sus intenciones porque no lo voy a ver más. Estoy seguro que no lo veo más. ¿Cómo va a volver después de lo que pasó? ¿Y vos? ¿Cómo te sentiste cuando lo escuchaste? (escucha) ¿Qué?
¿Que no le diste tanta importancia?... (Repite con más énfasis) ¿Que no le diste tanta importancia? ¿Cómo no le vas a dar importancia? ¡Si es un pibe! ¡Justamente porque es un pibe lo tenías que haber escuchado con atención! ¡Con todos los sentidos! (Pausa).
Sí, ya sé que fue ayer y que hoy es otro día y todo eso… Pero cada día modifica el siguiente. Así se llega a la fama o la miseria. De día en día. La fama y la miseria se acumulan. No vienen de golpe. Al menos en la mayoría de los casos. Por eso lo de ayer me duele hoy. Me cambia hoy. Y no sé qué hacer. ¿Qué harías en mi lugar? (Con tristeza sigue mirando entre sus manos. Pausa). ¡No! Olvidarlo no puedo. No puedo. Sé que lo que salió del chico fue del corazón. Los chicos son transparentes.
Sí, a su papá también lo vi. Vi su mirada. Y su gesto cuando habló su hijo. ¿A vos qué te pareció? Para mí fue raro. Porque lo más fácil es pensar que lo que dijo el nene lo aprendió de la casa. ¿Y si no fue así? Porque en la mirada del papá no había complacencia. Había asombro y cierta vergüenza. Y lo peor de todo: pena. El papá me miraba con pena. (Llora). ¿Te das cuenta? ¡Inspiro pena! (Tapa su cara con las manos que tiene juntas como rezando, hasta que se calma del llanto).
El presentador se comportó como un caballero. Con altura distrajo la atención del público en BJ que se había caído al agua. Igual todos rieron… bueno, todos menos uno. Otros rieron para disimular el papelón que hice. A la noche fue muy feo. Muy feo. (Pausa). Repasé las palabras del pibe  dichas con esa tranquilidad del que habla de lo que ve sin ocultamientos. Y sin maldad. No podía dormir. Pasé por la bronca y la tristeza. Me sentí un inútil.
Sentí la soledad. La soledad del que apuesta mal y pierde todo. (Ríe) je, no estaba previsto que BJ caiga en la palangana de agua. Ahora pienso si él no lo hizo para cubrirme a mí también. ¡Qué flaco macanudo!
Vos y yo ya llevamos varios años juntos. ¿Te acordás? (Sin desprender las manos de la posición, se para y recorre el espacio. Añora). Sí, fue muy divertido. Mucha vida. Los pueblos fueron creciendo con los niños que viven en ellos. Tal vez este hombre, el papá del chico, nos haya visto cuando él era un pibe y le quiso transmitir la magia que vivió hace décadas. Y seguro ahí estábamos nosotros, ¿te das cuenta? Bueno, muchos números cambiaron, pero la esencia se mantuvo.
¿Vos decís? ¿A vos te parece que la magia se fue perdiendo porque los ojos de los chicos fueron cambiando? ¿Que sus miradas fueron maliciosamente atontadas y poco a poco perdieron la capacidad de asombro?... ¿Por qué no decir… que me tengo que jubilar? ¿Por qué tienen que ser responsables los chicos? ¡No seas así!... ¿No me habré cansado y no me di cuenta?... ¿Será el miedo al futuro? ¿Me habré acostumbrado a ser esto y ahora tengo miedo a no ser nadie?
Las risas de los chicos se las llevaron consigo. (Se sienta de nuevo. Mirando a ningún lugar, continúa). Ahora están guardadas en sus recuerdos. Esas risas seguro se las regalan a sus hijos y a sus nietos… Pero ¿qué pasa conmigo? Busco y busco, y las risas que encuentro no son mías… o no son reales. Busco y no hay nada. Y si estuvieran ahí… ¿a quién se las regalaría?
¿Qué sentido tuvo hacer reír? ¿Qué me quedó a mí? (Pausa prolongada. Mira lo que tiene entre sus manos. Le habla).
Siempre supe que este día iba a venir. Me lo imaginé distinto. ¿Vos? Vos lo vivís de otra manera. Vos pasás a ser un trofeo, una reliquia. Yo paso a ser otra persona. Encima nadie me va a reconocer por la calle: “¡Ah, mirá, ese me hizo salir una sonrisa!”. Voy a ser sólo un viejo más. Sin la capacidad de hacer reír a nadie. A lo sumo seré objeto de burlas. ¿Qué me puede pasar de bueno? (Pausa).
Lástima que no lo voy a ver más a ese chico.
De verdad. No, en serio que él no se dio cuenta lo bien que me hizo. Activó una alarma que  yo estaba silenciando hace un tiempo. Le daría un fuerte abrazo. Le diría lo que significó él para mí.
No sé qué viene mañana.
Lo que sí sé que ahora tengo que dar todo. ¿Vamos? Es nuestra última función.


(Sin dejar la posición de las manos, se levanta, mira adelante, toma aire con orgullo y camina a la derecha. Mientras se va, lleva las manos hacia la nariz como colocándose algo).

@ConiglioFabian
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Nombrarte hasta que yo sepa quién eres. 
Nombrarme hasta que yo sepa quién soy.

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SECUOYA

De las camionetas bajaron seis hombres enmascarando sus diferencias en overoles naranja. Quedaron hablando mientras miraban a la secuoya gigante y su alrededor. “Comencemos por el oeste” dijo uno. Los demás asintieron. Paso seguido desenfundaron cuatro motosierras. Eran de las que tienen la espada de sesenta pulgadas.
Las malas previsiones de la semana pasada, al traer equipamiento menos potente, sólo habían producido unas heridas superficiales en el árbol.
Los rugidos rememoraban carreras de motocross, pero cómo asemejar un deporte con una matanza.
Las virutas húmedas comenzaron a cubrir la tierra y para el primer descanso, el costado del tronco ya estaba despojado de corteza.
Hacia la tarde, cuando las fuerzas estaban decayendo, se empezaron a ver con claridad los anillos concéntricos del vientre del árbol. La necedad de quienes operaban no les permitió advertir lo que un observador atento hubiera descubierto a simple vista.
Algunas divisiones sangraban más que otras. No resina, no savia. Sangraban sangre. Un botánico podría haber calculado con exactitud a qué época correspondían. Pero no fue así.
—Cuentan que este monstruo tiene más de ochocientos años— dijo al grupo uno de ellos. Rieron como quien no entiende un chiste. Y continuaron hasta el ocaso.

A la mañana siguiente regresaron para continuar su tarea. Cómo explicar con palabras el estupor de seis imbéciles mirando la secuoya totalmente curada.


@ConiglioFabian
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Pudo cambiar el mundo porque tenía ojos de niño.


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RUTINA

Llega con su auto. Me doy cuenta enseguida con qué ánimo viene por la forma de frenar y acomodar la trompa del vehículo en el garaje. Siempre lo espero. No lo hago para recibir nada a cambio. Nunca fui así. Me basta con que sepa que estoy y que cuando él llega no hay nada más importante que recibirlo.
A veces ni me habla. Peor aún, a veces ni me mira. De todas formas, siempre lo entendí. Cuelga las llaves cuando se acuerda o cuando trae menos cosas en sus manos, otras veces las deja caer ruidosas sobre la mesa. Después sube a cambiarse. A veces lo acompaño. Suele quedarse hablando por teléfono mientras se quita la camisa y yo escucho todo. Nunca me pidió una opinión, al menos que yo recuerde. Ni hace falta que me la pida. En general son temas que no domino. Al rato, sigo con mi rutina.

Llego con el auto. Quién mierda puso esa caja vacía en medio del garaje. Cuando retroceda, seguro queda atascada en el chapón. Igual, no me importa, será una manera cómoda de deshacerme de esa basura a media cuadra de acá.
Y éste, qué me mira. Traigo una carpeta, no un lomito. Qué olor a fritura, bueno, viva la dieta. Quién me cambió de lugar las perchas, no mato a nadie dejándolas arriba de la cama.
Llamo. Hola. Sí, estoy en eso. Hoy qué es. ¿Ya miércoles? Me sonaba a martes. Okey, te la llevo mañana. Sí. Si querés, esta noche te la adelanto por mail. No, ni hablar… abrazo.
¿Y? ¿Me seguís mirando? Soltame que me vas a romper las medias.


Tiene sus encantos ser mascota.


@ConiglioFabian
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Sus ojos de mascota fueron el espejo de mi soledad.

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VASIJA

-Hoy soy esto gracias a tu calor petrificante –le dijo la vasija con orgullo al fuego.
-Me hace bien oírlo porque mis arrebatos suelen producir desiertos de cenizas. Me complace haber colaborado para lograr tu terminación, pero sin la tierra nada surge.
Desde su humus, con la quietud de siglos, la cadenciosa voz susurró: “soy sólo tierra. Sin el agua hubiese sido difícil malearme. Ella unió con gracia mis quebradizas articulaciones. Les dio vida y flexibilidad. Ella es el alma de este viejo cuerpo.”
Un sutil rocío se sonrojó mientras acariciaba la alfombra mineral con sus diminutos dedos. Su energía creció hasta constituirse en lluvia. Sus tímidos golpes aplaudieron en los charcos que formó y agregó su parecer:
-En el abrazo con la tierra nos hicimos lodo, pero fue el aire que nos atravesó el que nos dio consistencia y volumen.


Al escuchar todo esto, se frotaron complacidas las manos del alfarero.


@ConiglioFabian
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(Todas fotos de este blog son propias).



Texto realizado dentro del taller literario semanal con el escritor Felipe Cervine. Río Gallegos, Santa Cruz.

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COSAS DE INTENDENTE

Isidro Carranza era el chofer del intendente. Desde hace tres meses que está cumpliendo otras tareas, ya que el presidente comunal no se hace ver. Nosotros, que lo conocemos a Isidro desde hace años, le preguntábamos sobre los pormenores de gobierno y él, siempre que podía, nos mantenía al tanto.
—Los de su círculo íntimo sabían que tenía una enfermedad. Incluso antes que llegue a la intendencia, —nos dijo hace un tiempo.
Cuando nos contó que en pleno verano el intendente se cubría la cara con una bufanda, dejando sólo sus ojos al descubierto, ya nos pareció raro. ¿Será por la enfermedad?, no preguntábamos. En el izamiento de los domingos nunca más apareció, así que la gente dirigía todos los reclamos a los concejales que, por turno, se hacían presentes en el mástil central.
Al transcurrir el año, la situación salarial se agravó y los municipales cortaron las principales arterias de la ciudad. Convirtieron todo en un gran basural en donde las ratas se adueñaron de todas las canaletas. La semana pasada aparecieron muchos perros envenenados por el Barrio Belgrano.
Anoche, después de un buen tiempo, el grupo de amigos nos juntamos para hacer un asado. Isidro estuvo todo el tiempo como ausente, así que en la sobremesa, y después de nuestra insistencia, nos contó todo. Su relato fue tan conciso como increíble. Y nosotros al principio lo tomamos en chiste. Pero él no es de hacer esas bromas. Le tuvimos que creer.
—Hacía rato que yo no entraba más al despacho del intendente. —Hizo una pausa para mirarnos uno por uno. Prosiguió. —Pero el viernes fui a hablar con el secretario de estado porque me iba a dar unos papeles. Cuando salió para buscarlos, pude ver, por la puerta interna, la que da al despacho del intendente, un gran desorden desde la penumbra. No aguanté la intriga y me acerqué. En el medio de la parva de basura, que ocupaba toda la habitación, se podía ver un hueco, y desde su interior, un par de ojos negros con un hocico bigotudo.

@ConiglioFabian
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Sabía pensar pero tenía prohibido hablar. Así que decidió escribir. Sólo después de muerto supo que había hecho la revolución.

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LECTOR NOVATO

—Y dígame, ¿hace mucho que lee esos libros? ¿Qué?, ¿le comieron la lengua los ratones? Bueno, descanse. Mañana seguimos.
El torturador antes y después de hacer su oficio mantenía una charla con el número 385.
Al día siguiente, preparando los enseres de tortura, le pidió: “Sígame contando sobre el autor de Nebraska.”
—Nebraska no. Helsinki. Es la capital de Finlandia. Nebraska está en Estados Unidos. Se llamaba Demetrio Souza. Su padre era un comerciante brasilero que se afincó allá. Fue el autor de uno de los más sorprendentes libros de los últimos tiempos: “El despertar”. Se lo recomiendo. No sé si está traducido. Yo lo leí en inglés. ¿Maneja el inglés?
—Por el momento no. ¿Y, qué tiene de sorprendente el libro? —preguntó intrigado el verdugo.
El detenido, miró de reojo los preparativos de la tortura. Comenzó a describir con lujos de detalles los laberintos que ofrecía la novela citada, alternando gritos y desmayos, pero sin develar la resolución final de la novela. Volviendo en sí, al terminar la sesión, el número 385 dijo con un hilo de voz: “mañana sabrá quién fue Rita Calvento Rojas”.
—¿Puede darme un adelanto?
Ante el silencio, concluyó: —Está bien. Lo dejo descansar. Hasta mañana.
El hombre, al día siguiente, le contó quién fue esa escritora y cómo la conoció en una feria del libro en Buenos Aires hacía quince años. Le habló del deleite por su poesía y sobre todo por su sonrisa franca.
—Si la hubiese conocido, seguro se habría enamorado como yo, —profirió con tono cómplice el hombre. Dicho esto, en medio de la sesión, declamó versos bucólicos entre gemidos.

Pasaron los meses. Con su libretita en la mano, el militar cae en la cuenta de lo que le acaban de decir en la librería. Ni uno sólo de los autores u obras existían.

Las burlas comienzan a emerger desde el fondo del Río de la Plata.


@ConiglioFabian
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(Cielo de Posadas. Misiones).