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CENICIENTA Y REINA

–¿Qué miras? ¿Qué es lo que te detuvo para posar tu atención en mí? Soy hermosa, lo sé. Más alta que tú, como una modelo. Las pequeñas luces direccionales ayudan a resaltar mi porte. Y tu mirada insípida, cargada de deseo infértil es el aliciente que necesito para sentirme una reina.
–Sigues ahí. ¿No me dices nada? Las comisuras de tus labios se contraen zigzagueantes. ¿Qué está degustando tu imaginación? ¿Me deseas? Con tu porte de mujer a medio realizar, con tus incipientes arrugas de resignación, maquilladas con rabia disimulada, no me dices otra cosa. Sólo fantaseas para tus adentros ser yo.
–¿Retiras tu mirada? ¿Te haces la desentendida mirando a mi costado? ¿Acaso encontraste una oferta mejor que la mía? Lamento haber sido dura contigo. Me criaron así. Dibujaron en mi rostro aires de arrogancia. No lo puedo controlar. Mírame otra vez, te lo suplico. No me hagas pasar de moda, morir en silencio en un depósito.
–Por fin me devolviste tu mirada. Creí que te habías desencantado. Pido un precio alto, lo sé. Así funciona el deseo. Si no se tensa al límite para saciarlo, se difuma, desaparece. Y a mí me tocó este encargo. No es nada personal, lo siento. Pero después de este forcejeo entre ambas, si yo te gano, te sentirás ganadora.
–Te estás yendo. Seguro se te hace tarde para buscar a los chicos del colegio o para volver a casa. De todas formas, sé que nuestro encuentro no quedó estéril. Logré engendrarte el deseo. Lo leo en tu semblante. Entre letras inversas, estampadas en el vidrio que nos separa, brillan tus ojos de cenicienta queriendo convertirse en reina.

Autor: @ConiglioFabian
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Con una palabra mía puedo describir un mundo.
Con una gesto tuyo, el universo.

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EL ÚNICO VIAJE

Año 2050. Diodo Marchesín, durante las primeras décadas de su carrera científica indagó sobre las posibilidades del hombre de dominar lo único de lo cual aún era esclavo: el tiempo.
Lejos habían quedado los escritos de Carl Sagan, los primeros estudios de física cuántica,  la saga de “Volver al futuro” y “12 monos”. Las sociedades, mucho más complejas pero más ordenadas y pacificadas, habían dejado de pensar en destruirse. La etapa de los berrinches bélicos había terminado. La civilización estaba viviendo una adolescencia llena de preguntas sobre su origen y su identidad.
Diodo, desde su laboratorio en Sucre, descubrió la clave de la transportación en el tiempo. Presentó el proyecto para concretar el dispositivo que haga posible recorrer hacia atrás –o hacia adelante, al decir de los griegos–  aquella dimensión que llamamos tiempo.
–Si exponemos la materia a una velocidad tal que la percepción de la misma queda imperceptible, se podrá modificar la dimensión, no sólo de la observación de dicha materia, sino de la existencia de la misma. –La convicción que sus palabras emanaban eran ratificadas por infinitas nervaduras de fórmulas y signos que el doctor Marchesín garabateaba en la pizarra del claustro.
El comité evaluador elevó sus conclusiones a la comisión general universitaria y con aire triunfal recibieron en pocas semanas la autorización para desarrollar el proyecto, y, lo que era mejor aún, el financiamiento para el mismo.
En dos años, luego de prototipos descartados e intentos fallidos, se hizo la prueba con el mismo creador del aparato.
Se calibró para que el cuerpo viaje en el tiempo hasta el año 1950, es decir, cien años atrás. El experimento se pudo desarrollar casi a la perfección.
El doctor Marchesín, apostado en el sillón dentro de la cápsula, al sentir el “cero” de la cuenta regresiva, como un astronauta del tiempo, pudo perforar con su materialidad el tiempo, aunque, para ser más exacto, el tiempo con su ráfaga invisible perforó la materialidad del doctor.
Luego del aturdimiento y la somnolencia similar a una baja de presión arterial, apenas retomó la visión, Diodo descubrió delante de él, un escenario muy distinto. Abrió la cápsula y caminó ese extraño hábitat. Grandes vegetaciones y un aire enrarecido, mezcla de azufre y óxido. Pantanos y cielos verdosos. Vapores eructados por las rocas y silbidos de aire producidos por las grietas de los murallones. Nada de esto le pudo indicar a Diodo si su invento lo había trasladado a la prehistoria o a la post-historia. El único error del experimento fue que no tuvo cómo regresar a comunicar su éxito.

El único que ahora lo sabe soy yo. Y sé que todo lo que me contó Diodo es verdad. Nunca me diría una mentira. En realidad es en el único del pabellón en quien confío.
Autor: @ConiglioFabian
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Tardé tanto en encontrarte que ya no estabas ahí.

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TECNOLOGÍA

–¿Cómo dijo? –preguntó Sosa arrugando la nariz.
–Que en mis tiempos la gente se comunicaba distinto. –Sentenció don Lino. Después de armarse un cigarrillo prosiguió: –La Lore, mi nieta, está todo el día con los jueguitos.
–¿Va a la timba? –se horrorizó don Sosa.
–¡No!, en la computadora… Bueno, en los jueguitos de la tele, no se.
–¡Ah, usté quiere decir la “pley”!
–Eso mismo, la “pley”. Llega a la casa y ni se saca el guardapolvo que ahí nomás se conecta. Ya ni le come a la madre. –Lino dejó salir la primera bocanada.
En eso llega Lorena, una niña de nueve años. Retraída se acerca  a los ancianos y le dice algo en secreto a su abuelo.
–Sí. –Le susurra don Lino. La pequeña sale de la habitación dando saltitos.
–Los chicos ya no son como antes –dijo Lino. –Ni saludan y encima hablan en secreto delante de la visita.
–Bueno, no se preocupe –desdramatiza don Sosa. –Todos alguna vez fuimos chicos. ¡Si me habré ligado tirones de orejas por no saludar! Pero los tiempos cambiaron. No se aflija.
Luego de un silencio conclusivo, don Sosa se levanta, palmea la espalda de Lino y le dice:
–En fin, amigo, me voy a ir yendo.
–¿Va a tomar mates con la patrona? –le pregunta don Lino.
–Sí. ¿Y usté?
–¿Yo? –dijo con voz carrasposa. –Una princesa encantada me invitó a jugar a la “pley”. Viví con alegría mi infancia. Pero ahora juego a ser abuelo. Ya ve, don Sosa, para mí hoy la felicidad consiste en que me gane la Lore. Lo demás, lo demás es historia.

Autor: @ConiglioFabian
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No tenía ningún atributo especial:
era invisible sólo porque nadie lo veía. 

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HOMBRES VIEJOS, DISCURSOS NUEVOS

Las geografías inciertas de sus sienes, y sus ruegos
Por lograr que la gente lo venere, casi esclavo
De los gestos que adulen sus decires
Y sus luces que destellan de su lengua
Y de su mente                                          bajo el cielo.

Con lo rancio de las noches de los días, va pasando
Y mezclando sus sabores de “yacuzzi”, de limones y fragancias
Preparadas, que al frotarse en sus axilas zigzagueantes acompañan
Al discurso previamente ejecutado en el espejo, días antes
Como flechas a los pobres y sus sueños, y un quejido
Encarnando las angustias populares, en sus cuerdas vocales
Mentoladas con enjuagues y tabaco, y la voz que va creciendo
Emulando a los reclamos del obrero, que sin techo,
Sea propio o sea ajeno, se levanta con su puño y su ronquera
Obtenida por lo áspero del ruedo
Cotidiano, siendo lo fabril febril y obsceno,
Mientras, toda enjabonada en clase alta,
La mujer del disertante, hace “shopping” en Palermo
Hollywood, Alto Abasto o un nuevo centro
Que entre muchos “cabecitas” construyeron
Sin saber cómo se llaman los artículos
preciados, que se exponen en vidrieras a alto precio.

Los desprecios recibidos por los hijos
Que mendigan en la calle, del obrero,
Son el punto de emoción más elevado
En el mitin que se escucha en los parlantes
Que retumba la ilusión que va de nuevo, a pisar
La indiferencia desgastada de los chicos, los adultos y los viejos
Que jamás podrán comprarse cosas caras, pero sí podrán comprar discursos nuevos.

Autor: @ConiglioFabian
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No existen las palabras necias,
existen los necios que las pronuncian.

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SANGRE FUEGO


Rojo ardilla
Verde árbol
Hay un gas que emanan las cortezas
Extraído por el fuego y el calor
Producto del incendio intencionado
De turistas que buscan diversión.

Aire denso
De muerte prematura
El chirrido agudo  de madera
Y el veneno que pasa por su piel
Se condensa y sale despedido
Extirpando la vida alrededor.

Horas negras
Fumata y maleficios
Producidos por demonios sin piedad
Un infierno de llamas invasoras
Transformando en lava la floresta
Quien la habita la empieza a aniquilar.

Ciegos hombres
Sabia tierra
Llora infértil quemada sin conciencia
Esperando que vuelva a su lugar
La balanza que todo lo equilibra
Que estos necios quisieron derrotar.

Autor: @ConiglioFabiabn
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(Isla Pavón. Santa Cruz).