COSAS DE INTENDENTE

Isidro Carranza era el chofer del intendente. Desde hace tres meses que está cumpliendo otras tareas, ya que el presidente comunal no se hace ver. Nosotros, que lo conocemos a Isidro desde hace años, le preguntábamos sobre los pormenores de gobierno y él, siempre que podía, nos mantenía al tanto.
—Los de su círculo íntimo sabían que tenía una enfermedad. Incluso antes que llegue a la intendencia, —nos dijo hace un tiempo.
Cuando nos contó que en pleno verano el intendente se cubría la cara con una bufanda, dejando sólo sus ojos al descubierto, ya nos pareció raro. ¿Será por la enfermedad?, no preguntábamos. En el izamiento de los domingos nunca más apareció, así que la gente dirigía todos los reclamos a los concejales que, por turno, se hacían presentes en el mástil central.
Al transcurrir el año, la situación salarial se agravó y los municipales cortaron las principales arterias de la ciudad. Convirtieron todo en un gran basural en donde las ratas se adueñaron de todas las canaletas. La semana pasada aparecieron muchos perros envenenados por el Barrio Belgrano.
Anoche, después de un buen tiempo, el grupo de amigos nos juntamos para hacer un asado. Isidro estuvo todo el tiempo como ausente, así que en la sobremesa, y después de nuestra insistencia, nos contó todo. Su relato fue tan conciso como increíble. Y nosotros al principio lo tomamos en chiste. Pero él no es de hacer esas bromas. Le tuvimos que creer.
—Hacía rato que yo no entraba más al despacho del intendente. —Hizo una pausa para mirarnos uno por uno. Prosiguió. —Pero el viernes fui a hablar con el secretario de estado porque me iba a dar unos papeles. Cuando salió para buscarlos, pude ver, por la puerta interna, la que da al despacho del intendente, un gran desorden desde la penumbra. No aguanté la intriga y me acerqué. En el medio de la parva de basura, que ocupaba toda la habitación, se podía ver un hueco, y desde su interior, un par de ojos negros con un hocico bigotudo.

@ConiglioFabian
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Sabía pensar pero tenía prohibido hablar. Así que decidió escribir. Sólo después de muerto supo que había hecho la revolución.

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