PERSONAJES:
Pregonero
Don José
Patricio Azcurra
Anastasia
Marcial
ESCENA I
Pregonero
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(Pregona en la calle con
ejemplares de “La Gaceta” en la mano.)
¡Estas
son las novedades de las Provincias Unidas!, ¡estas son las
novedades de las Provincias Unidas! Lo anunció “La Gaceta de
Buenos Aires.” Después de la dimisión del General Alvear de su
cargo como Director Supremo, el Cabildo disolvió la Asamblea y
convoca a los vecinos de Buenos Aires para elegir al nuevo
Director Supremo.
¡Entérese
de lo que está pasando! ¡Estas son las novedades de las
Provincias Unidas!
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Don
José
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(Se
acerca al pregonero.) Buenas, buenas, parece que todavía estamos
a tiempo de mejorar las cosas.
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Pregonero
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Ojalá
Don José. Después de haber disuelto el Triunvirato y haber
concentrado el poder en un Director Supremo designando a Posadas y
éste después a su sobrino Alvear, no distaba mucho de una
monarquía. Mire que fue tirano este Alvear…
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Don
José
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Por
eso le digo que ahora es tiempo que los ciudadanos tomemos cartas
en el asunto. Hay mucho “vende-patria” dando vuelta por el
ambiente y si nos descuidamos les dejamos a su merced el poder.
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Pregonero
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Acuérdese
de lo que le digo, esto no se va a arreglar hasta que no cortemos
en serio los lazos con España o cualquier otra dominación
extranjera.
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Don
José
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¡Mi
buen amigo, usted sí que está en una situación de privilegio!
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Pregonero
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¿Por
qué lo dice don José? Mire que hay que estar horas y horas con
el gañote al aire, y no es fácil, amigo.
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Don
José
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Lo
entiendo, lo entiendo. Me refería a que usted es un privilegiado
en tener las noticias frescas y a la mano. ¡Cuántas cosas más
sabrá que no llegan a los oídos de la gente común como yo!
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Pregonero
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En
verdad debo decirle que usted no es más común que yo, y, en tal
caso, ambos somos “gente común”, lo cual nos daría un título
similar al de la nobleza, si todos los ciudadanos estuviésemos
considerados como tales, no sólo en los decretos y documentos
oficiales, sino en el trato y respeto. Créame, don José, que
sueño en los días en que nuestros pueblos, liberados del dominio
foráneo, podamos tener como blasón nobiliario nada más y nada
menos el título de “gente común”.
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Don
José
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Sabias
palabras mi buen amigo. Sólo que se hace difícil creer en que
llegue ese día mientras tengamos como representantes a gente como
el trompudo de Don Bernardino, que, a través del enredo de las
palabras, no hace más que enredar la buena intención de los
vecinos. ¡Y se hace llamar docto! Sólo deshonra las ciencias,
siendo un bicho raro, embaucando al gentío en beneficio propio.
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Pregonero
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Ni
me lo diga, ni me lo diga. Es de esos seres viles que saca tajada
de las circunstancias. No se sorprenda que mientras estamos
hablando en esta esquina, el muy susodicho mercenario, esté en
quién sabe qué palacio europeo, negociando nuestros suelos y
nuestra sangre.
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Don
José
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Usted
sabe algo y no me lo está diciendo, amigo. Lo leo en sus ojos…
No importa, no lo voy a molestar más y no le sacaré más datos
de los que pueda pregonar.
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Pregonero
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Usted
es un hombre sabio don José, debería integrar la Junta de
Observación. Gente patriota como usted nos representaría con
magnanimidad en el Cabildo.
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Don
José
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Me
hace sacar una sonrisa en tiempos tan convulsionados, amigo. ¡Que
tenga un buen día!
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Pregonero
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Igualmente
para usted.
(Camina
pregonando hasta salir por un costado.) ¡Estas son las novedades
de las provincias unidas!, ¡estas son las novedades de las
provincias unidas! Lo anunció “La Gaceta de Buenos Aires.”
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ESCENA II
(Se escucha “La
primavera”, de “Las cuatro estaciones”, de Vivaldi.)
Patricio
Azcurra
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¡Mi
querida hija Anastasia, cuánto placer me producen tus melodías!
Elevan mi espíritu, sofrenan mis instintos y los canaliza en pos
de bienes superiores. ¡Feliz fruto del amor de dos esposos que
florece y aromatiza con sones celestiales a sus progenitores!
¿Qué
más se puede pedir? Un ángel ejecutando con un instrumento
angelical, las partituras más angelicales que un mortal pueda
crear… ¡Anastasia, hija, que este retazo de cielo que nos traes
con tu violín no se apague hasta que por fin lo escuchemos frente
al mismísimo Creador Sempiterno!
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Pregonero
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(en
off) ¡Estas son las novedades de las provincias unidas!, ¡estas
son las novedades de las provincias unidas!
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Patricio
Azcurra
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Válgame
Dios, ¿qué tienen de novedades?, ¿qué tienen de “Provincias
Unidas”? Ya nos indican los grandes estrategas de las verdaderas
potencias mundiales que las colonias no desmerecen a sus
habitantes tomando por patrones a quienes dominan los designios de
las naciones, sino que por el contrario, ellos, en su generosidad,
nos toman como hijos y nos hacen herederos de sus invaluables
riquezas culturales.
Pero
lamentablemente, en este poblado, cada vez más amenazado por la
chusma pata sucia, no todos entienden sobre las ventajas de
encolumnarse con los grandes y divagan sobre vanos planes
independentistas, inconducentes en todos sus aspectos, exponiendo
al corrimiento de sangre, no sólo de los descentrados rebeldes,
sino sobre todo de los ciudadanos ilustres.
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Anastasia
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(Entra
apesadumbrada. Tiene un vestido negro y lleva consigo un violín.)
Mis
oídos ya saben de memoria lo que usted piensa sobre los aires
libertarios, padre. Con todo respeto y sin intención de
ofenderlo, le recuerdo que todavía tengo muy fresco el dolor por
la partida de mi amado Gervasio.
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Patricio
Azcurra
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Mi
niña, no llores. Rompes mi corazón. Gervasio murió como un
héroe en Sipe Sipe. Sin dudas te amaba. Era un excelente militar,
yo soy amigo personal de don Antonio Dorna, su padre, y de doña
Petrona, su madre y nada de lo que ocurrió quitará un solo
destello de brillo del bronce que supo conquistar entregando su
vida, pero, a muy pesar mío, te recuerdo que de nada valieron tus
ruegos para que se casen antes de la batalla porque pienso que en
el fondo, tu prometido aún estaba haciendo el duelo por no haber
podido conquistar el corazón de Remedios de Escalada.
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Anastasia
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¡No
me la nombres!, ¡Por favor, padre, no me la nombres! Ya tuve
suficiente con sentir su sombra y su recuerdo deslizándose
imperceptible en las tertulias vespertinas tenidas con Gervasio.
¡Pobre de mí!, ¡pobre de él! De verdad me quiso. Más allá de
mi apellido, de mi estirpe, que él también tenía, sentía por
mí un cariño y un respeto puro. Sé que nunca fue su intención
contrariarme. Pero también sé… también sé que en parte su
corazón latía por Remedios. Nunca me lo quiso hacer notar, pero
una mujer conoce el corazón del hombre.
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Patricio
Azcurra
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Mi
niña, mi pobre niña. Si supiera que comprando el cielo mitigaría
ese nubarrón en tu pecho, haría lo que fuera por adquirirlo para
tí. Pero sólo el tiempo te regalará la calma y el consuelo que
necesitas.
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Anastasia
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Gracias
padre.
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Patricio
Azcurra
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Pero
igualmente fíjate que tengo mis razones para refunfuñar contra
estas ideas modernas. En tu congoja se esconden dos enemigos: ese
militar que está movilizando Cuyo con sus ideas alocadas, ese Don
San Martín, que por un lado hay que agradecerle que se robó el
corazón de Remedios, lo cual te posibilitó conocer a Gervasio,
pero que por otro lado generó el desprecio de tu prometido por su
vida y de alguna manera hizo que tu amado se expusiera más de la
cuenta yendo a luchar en contra de los realistas en tierra que ni
nos interesan.
Y
el otro enemigo en común, que se llevó la vida de tu amado es la
fútil idea de no pertenecer sino a sí mismo, dejando de lado las
fuentes de la cultura y la sabiduría que nos viene de Europa. Y
encima, mi niña, encima ¡el padre de Gervasio es español!
¿Hasta dónde las ideas planeadas por el Maligno, que siembra la
desobediencia, puede confundir a las almas nobles?, ¿Hasta dónde
esas locuras de independencia pueden arruinar a toda una
generación de jóvenes promesas de la buena sociedad?
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Anastasia
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Lo
amo y lo respeto padre, pero la verdad estoy confundida. Porque
entiendo que entre estos caseríos habitamos familias patricias,
respetables y de bien, pero Gervasio me habló de sus aventuras
por otros territorios casi inhóspitos habitados por hombres y
mujeres que, aún sin instrucción, sueñan con valores y tienen
ideales nobles, casi tanto como los nuestros.
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Patricio
Azcurra
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El
noble corazón que tenía tu prometido no le permitió desentrañar
la bajeza de los motivos más ocultos de esa gente, sin duda. No
te olvides que nuestras pertenencias se ven amenazadas por los
bárbaros impíos, el mestizaje y los caudillos pelilargos, ya que
los ideales se les van a acabar cuando coman en nuestros banquetes
y quiebren las plumas de la ilustración.
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Anastasia
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No
sé, padre. Antes de alistarse para su último combate, le
entregué a Gervasio mi Santo Rosario. Sonrió. Tomó mis manos y
con dulzura me dijo que si él no volvía no llore de tristeza,
sino que pida una Misa por él en acción de gracias por haber
tenido la dicha de entregar su sangre por la libertad. Y al
concluir me dijo que ese Rosario volvería a mis manos y ese sería
el signo que su muerte tuvo un valor superior.
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Patricio
Azcurra
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Y
como ves, hija mía, ese Rosario no llegó a tus manos.
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Anastasia
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Cuando
Gervasio me hablaba de esto brillaban sus ojos como nunca. Se
henchía su pecho y pasaba horas contagiándome de un sentimiento
extraño, que sólo se compara al amor. Pero que era más grande
que éste, porque en tanto que el amor se dirige a una persona,
este sentimiento que me transmitía se dirigía a muchas personas.
Debo admitir que si bien a veces me daba un poco de celos ese
sentimiento tan fuerte de Gervasio, a la vez me enamoraba más de
él.
Aún
hoy no puedo asignarle un nombre a este impulso tan fuerte que
descubrí en Gervasio. Padre, ¿qué nombre le pondrías a ese
sentir?
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Patricio
Azcurra
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Moriría
por seguir escuchándote tocar el violín. Eso se llama dolor.
Nada más estás elaborando el duelo. Ya pasará. Tranquila, todo
va a estar bien.
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Anastasia
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(Se
retira.)
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(Se escucha nuevamente
Vivaldi.)
ESCENA III
Pregonero
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(Pregona en la calle con
ejemplares de “La Gaceta” en la mano.)
¡Estas
son las novedades de las Provincias Unidas!, ¡estas son las
novedades de las Provincias Unidas! Lo anunció “La Gaceta de
Buenos Aires.” El nuevo Director Supremo interino, don Álvarez
Thomas anuncia que la Junta de Observación ha redactado el
Estatuto Provisional y en este documento, en su artículo 30
convocó a todas las ciudades y pueblos a elegir diputados que
los representen en un Congreso Constituyente a desarrollarse en
Tucumán.
Las
sesiones de dicho Congreso darán comienzo el próximo 24 de marzo
del corriente año de 1816. ¡Entérese de lo que está pasando!
¡Estas son las novedades de las Provincias Unidas!
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Patricio
Azcurra
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(Camina
con Anastasia. Se cruzan con al pregonero.) Justamente ahora que
lo recuerdan, la otra noche estuve en la casa de los Anchorena y
estuve hablando con Marcial. ¿Te acuerdas de Marcial?
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Anastasia
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Claro
padre, viejo amigo de nuestra familia. ¿Qué cuenta Marcial?
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Patricio
Azcurra
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No
lo vas a creer: viaja a Tucumán para el congreso ese que
anuncian. Él está como escribiente ayudante del doctor Esteban
Gascón. Excelente abogado. Y al doctor lo eligieron para ir como
diputado a Tucumán. Le pidió a Marcial que lo acompañe, aunque
sea los seis primeros meses. Conoces a Marcial. Es muy ordenado en
los escritos, pero de aventurero y revolucionario no tiene nada.
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Anastasia
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Sí,
de verdad me sorprende que hubiera aceptado.
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Patricio
Azcurra
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Lo
toma como una oportunidad de ascenso en su trabajo, nada más. Eso
lo tiene muy claro.
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Anastasia
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Me
gustaría conocer esos lugares.
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Patricio
Azcurra
|
¡Ni
lo imagines siquiera! En estos tiempos convulsionados esas zonas
de bandidos y revoltosos está casi inaccesible para una muchacha.
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Anastasia
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Lo
sé, padre, lo sé. No se aflija…
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(Se retiran.)
ESCENA IV
Pregonero
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(Pregona en la calle con
ejemplares de “La Gaceta” en la mano.)
¡Estas
son las novedades de las Provincias Unidas!, ¡estas son las
novedades de las Provincias Unidas! El Congreso General sesionando
en Tucumán ha elegido como Director Supremo de todas las
provincias unidas al diputado por San Luis, don Juan Martín de
Pueyrredón. Y la noticia más sublime que este semanario pueda
transmitir: El pasado 9 de julio del corriente año del Señor de
1816, el Congreso “ha declarado solemnemente a la faz de la
tierra, que es voluntad unánime e indubitable de estas provincias
romper los violentos vínculos que las ligaban a los reyes de
España, recuperar los derechos de que fueron despejadas, e
investirse del alto carácter de una nación libre e independiente
del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli y de toda otra
dominación extranjera.”
¡Entérese
de lo que está pasando! ¡Estas son las novedades de las
Provincias Unidas!
|
Don
José
|
(Se
acerca al pregonero.) ¡Viva la Patria Libre y soberana, amigo!
¡Nos pusimos los pantalones largos, nomás! ¿Qué me dice
amigazo?
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Pregonero
|
Estoy
tan contento como usted, Don José. Sin duda que escuchamos más a
nuestras raíces que a nuestras conveniencias. Brindo por los
diputados que pusieron la firma. De todas formas, no va a ser
fácil de aquí en más.
|
Don
José
|
Es
cierto, la declaración de independencia se transforma en
declaración de guerra. Y cuando de enemigos se trata, me
preocupan más los imperceptibles que los vistosos. Porque usted
dirá si coincide conmigo, a los españoles, a los ingleses, a los
franceses, a los portugueses, se los distingue fácil. Pero no
olvidemos que tenemos enemigos adentro de nuestras propias filas.
¡Esos son los bravos!
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Pregonero
|
Coincido
con usted. Pero hoy es día de festejo. ¡Viva la Patria!
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Don
José
|
¡Viva
la Patria, carajo!
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ESCENA V
(Patricio lee, Anastasia
cose.)
Pregonero
|
(En
off) ¡Viva la Patria!, ¡Somos libres!, ¡viva la Patria!
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Anastasia
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(Se
sobresalta. Se levanta. Mira por la ventana.) Padre, ¿oyó eso?
¿Escucha esa gente tan alegre allá afuera?
|
Patricio
Azcurra
|
Mala
decisión en un mal momento. El rey Fernando VII, al recuperar la
corona, está con más fuerza que antes. Ya verás que esto se
acaba en breve. Pero no te aflijas, nosotros estaremos bien.
|
Anastasia
|
¡Padre,
para independizarse no existen los buenos o malos momentos!
|
Patricio
Azcurra
|
(Gritando)
¡No existen ni buenos ni malos momentos porque es impensable
semejante necedad! ¡Ya verás cómo tarde o temprano seremos
colonia, porque no tenemos otra alternativa, es así!
|
Marcial
|
(Golpea
la puerta. Anastasia le abre.)
Buenas
tardes señorita Anastasia. Buenas, don Patricio. ¿Llego en mal
momento?
|
Patricio
Azcurra
|
¡Cómo
anda Don Marcial! ¡Qué alegría verlo! No podría llegar en
mejor momento.
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Anastasia
|
Mucho
gusto. Yo, con vuestro permiso, me retiro así hablan tranquilos.
|
Patricio
|
Quédate,
por favor.
|
Marcial
|
Lo
mismo iba a decir.
|
Patricio
|
Formidable.
Porque estaría bueno que mi hija escuche de sus propios labios la
complejidad que significa esta declaración que ha hecho el
Congreso.
|
Marcial
|
Qué
interesante, el motivo por el cual quería que su hija se quede
era otro. Pero con gusto me explayaré en lo que plazca.
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Patricio
|
En
primer lugar cuéntenos por favor de la sorpresa de tenerlo en
Buenos Aires cuando creí que estaba en Tucumán con el doctor
Gascón.
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Marcial
|
Llegué
ayer a la noche. Vengo por una semana y luego regreso. Me quedaré
hasta fin de año. Después veremos.
|
Patricio
|
¿O
sea que estuvo en la declaración de la independencia?
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Marcial
|
Así
es, señor mío.
|
Patricio
|
Y
con todo respeto, ¿no le parece un suicidio?
|
Marcial
|
Para
nada, don Patricio. Tiemblan mis manos ante el mero recuerdo de lo
vivido en Tucumán. Nunca supe lo tan equivocado que estaba al
aplaudir y apoyar a charlatanes nefastos que prometen como toda
acción de gobierno desentenderse de las provincias del interior,
es más, hasta luchar contra ellas y desguarnecer a los nobles
centinelas de las basta pampas y serranías, desviando el
presupuesto para ellos pensado y, en su lugar, gastar
innecesariamente dicho erario en la construcción de ochavas para
la ciudad capital. ¡Imbéciles de nosotros que aplaudimos sus
discursos y sus vacías grandilocuencias!
¡Somos
hermanos! No nos une la sangre, nos une algo más fuerte: nos une
la tierra. Bebemos de las mismas raíces. ¡Qué importa qué
peinetones están de moda en Francia! ¡Que amortajen con ellos
sus grasientas cabelleras e inunden con pestilentes perfumes para
tapar el mismo olor a piel y sudor que aunque no lo quieran,
exhalan de su piel al igual que un chileno, un inglés, un cuyano!
¡Cuánta ceguera, cuánta necedad para no reconocer ese mismo
olor que nos iguala!
Pensaba
que Buenos Aires era el centro, la bisagra entre el Viejo mundo y
el Nuevo mundo, pero estaba equivocado. Las brújulas de los
claustros nos mentían. Estando en Tucumán descubrí que ahí
estaba en el centro, en una ruta estratégica entre al Alto Perú
y Buenos Aires, en donde, con las riquezas naturales que tenemos
en nuestros suelos, ríos y mares, no necesitaremos más que
organizarnos para que a nadie le falte nada para vivir con
dignidad.
|
Anastasia
|
Disculpe,
don Marcial, apenas lo conozco. Pero al oír sus palabras y la
unción y la vehemencia con la que las dice, no puedo evitar
establecer una relación directa con las palabras de mi difunto
prometido.
|
Patricio
|
No
molestes al señor confundiéndolo con un muerto, Anastasia, por
favor.
|
Anastasia
|
Perdón,
padre.
|
Marcial
|
De
eso vine a hablar, si me permiten.
|
Patricio
|
Todo
suyo.
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Marcial
|
Muchas
gracias. En Tucumán pude conocer de verdad quiénes somos y
quiénes no somos. Desde mi cuna aprendí a pensar en inglés,
escribir en español, hablar en francés. Pero en Tucumán, a
donde fui con una intención más que ruin, ya que no pensaba más
que en los beneficios personales que dicho trabajo me brindaría,
allí descubrí que no soy ni español, ni portugués, ni inglés,
ni francés, sino que soy hijo de esta tierra, soy americano. Hay
personas que conocí de todas las regiones de las Provincias
Unidas que abrieron mi cabeza y mi corazón. Y no sólo eso, sino
que con pródiga asistencia me supieron encaminar hacia el
descubrimiento de esta gran verdad. Porque todos tuvimos claro que
declarar la independencia es comenzar a luchar para reconocer y
hacer reconocer nuestra identidad propia.
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Anastasia
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Señor,
¿en qué se relaciona conmigo todo esto?
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Marcial
|
En
esto. (Saca de su bolsillo un pañuelito doblado). En el norte
conocí a Telésforo, un sargento que combatió en Sipe Sipe.
Preguntando a todos los miembros de la delegación de Buenos
Aires, este hombre llegó a mí ya que por quién preguntaba en su
búsqueda, era por usted, señorita.
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Anastasia
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¿Él
estuvo en el campo de batalla con mi Gervasio?
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Marcial
|
No
sólo eso. Telésforo fue el confidente de Gervasio en sus últimas
horas. Herido de muerte, después de haber demostrado su valor al
frente de la batalla, quedó tendido inmóvil esperando la ayuda
que, si bien llegó, no pudo revertir la herida mortal provocada
en su pecho. Allí estuvo este sargento y acá, en este pañuelo
tengo para entregarle este Rosario (lo saca) que le perteneció.
Al entregárselo, Telésforo me pidió que le diga que Gervasio
murió con una sonrisa en los labios pronunciando: “Anastasia,
seamos libres, porque no encontré nada tan parecido al amor por
ti como luchar por la libertad”. Y diciendo eso, murió.
|
Anastasia
|
Él
me dijo que si moría, su muerte no sería en vano.
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ESCENA VI
(A los personajes de la
escena anterior se le suma Don José. Delante de ellos aparece el
Pregonero, leyendo las siguientes líneas de la Gaceta de Buenos
Aires).
Pregonero
|
Así
se ve también que las desgracias aparentes se convierten en
alegres venturas y que el pueblo tiene cada día nuevos motivos
para felicitarse por la dichosa combinación que le ha puesto en
aptitud de elegir su propio destino y de entrar por sus heroicos
esfuerzos en el rango y consecuencia de las naciones
independientes.
¡Viva
la Patria!
|
TODOS
|
¡VIVA!
|
(Se escucha de fondo una
chacarera tocada en violín mientras los personajes se abrazan.)
FIN
Rio Gallegos, abril de 2015.